En el ocaso de la Segunda Guerra Mundial, el 6 de agosto de 1945, Estados Unidos lanzó una bomba atómica sobre Hiroshima y, dos días después, sobre Nagasaki. Este primer bombardeo con bombas atómicas dejó un saldo de 210,000 muertos. Para la mayoría de los historiadores resultó una acción innecesaria, ya que los japoneses habían sido derrotados por los norteamericanos. Un orgullo mal entendido, propiciado por una educación arcaica que le impedía rendirse al emperador japonés, así como la necesidad de los Estados Unidos por mostrar su poderío al mundo, dieron como resultado una de las más grandes tragedias de la humanidad. De ahí que el entonces presidente de los Estados Unidos, Harry S. Truman, responsable de autorizar el bombardeo, esté marcado por la historia como un vengador asesino.
Little boy
Con su característica inmadurez, los norteamericanos bautizaron la primera bomba atómica como Little boy (Niño pequeño), que asesinó a 140,000 personas inocentes que vivían en Hiroshima. Se lanzó desde un bombardero B-29, piloteado por el teniente coronel Paul Tibbets, a las 8:15 de la mañana. Reflejando el sentir de muchos norteamericanos, Paul Tibbets afirmó que no sentía remordimiento y “que lo volvería hacer bajo las mismas circunstancias”.
Destrucción de Nagasaki
El poder nuclear de ambas bombas eliminó todo tipo de vida que se encontraba en su radio de acción. Los edificios y casas fueron arrasados desde sus cimientos y los árboles arrancados de raíz. Fue tal la magnitud de la onda de calor que las estructuras de acero se incendiaron. Se calcula que al caer la bomba, la temperatura se elevó a más de un millón de grados centígrados en fracción de segundos. Con ello se propició una gigantesca bola de fuego de 274 metros de diámetro. El aire se quemó dando paso a una escena sólo vista en el sol: un mar de fuego que desintegraba todo lo que tocaba.
Daños en la población
Quienes lograron sobrevivir a la explosión murieron después por los efectos de la radiación, algo nunca antes visto por la ciencia médica, ya que se ignoraban los efectos de esta nueva arma. Hubo japoneses que fallecieron de cáncer o de leucemia. Lo más grave fueron los casos de deformación progresiva. El poder de la nueva arma nuclear era de tal magnitud, que marcó el cuerpo de los sobrevivientes con las imágenes o texturas que tenían en su ropa, tal y como se ve en la fotografía.